El trueque podría ser el destino de la economía cubana

Ante el imparable avance de la dolarización, materializada en el contraste entre los desolados anaqueles de las tiendas en moneda nacional y las surtidas estanterías de las tiendas que venden en divisas extranjeras, el trueque aparece como una solución y temen los cubanos que su dinero termine equiparándose al periódico oficial Granma, cuyo uso sanitario es mundialmente reconocido.

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Por ello, han retomado las costumbres comerciales de sus ancestros precolombinos para conseguir lo que necesitan al margen de un Gobierno que les paga en papel higiénico, pero les cobra lo poco que les vende en los dólares del enemigo.

Eso sí, estos siboneyes modernos ya no intercambian tres conchas por dos casabes frente al caney del jefe de la tribu, sino que, extrayendo el máximo a su escaso y caro acceso a internet, han creado canales en la red social Telegram para mercadear, no lo que les sobra —¿qué podría sobrarle a un cubano?—, sino lo que tengan y que por necesidad imperiosa deben cambiar por algo que les urja más, reportó Diario de Cuba.

Mercado del trueque

En este mercado negro digital se encuentran herramientas, ropas, joyas, electrodomésticos y antigüedades ofrecidas principalmente a cambio de alimentos o artículos de aseo, pero donde la cuestión pasa de lo absurdo a lo patético es con los medicamentos: ansiolíticos, antidepresivos, analgésicos y antibióticos son los más demandados, aunque con la expansión de la epidemia de sarna, la estrella del momento es la permetrina.

El retorno a este primitivismo económico es manifiesta desconfianza en la gestión del Estado, que es quien debería dar respaldo y valor al medio de intercambio comúnmente aceptado; aunque el pueblo no haga un análisis técnico de la política monetaria, a causa de la rampante inflación intuye que el dinero nacional es cada vez menos confiable y, a falta de dólares, prefiere intercambiar directamente antes que acumular la moneda de un Gobierno que solo cumple —y hasta sobrecumple— en el Noticiero de Televisión.

Por su parte, el castrismo trata a la inflación como mismo trata a los disidentes políticos: siempre que puede, la ignora; cuando no, la reprime duramente; lo que sea para que esa terca realidad no interfiera con la dulce ensoñación de que en Cuba los precios y las conciencias están controlados.

¿Economía del trueque?

Pero la ríspida verdad es que el control de precios empeora la situación al funcionar como un embudo donde a los productores privados les toca la parte estrecha con márgenes de ganancia de pura supervivencia; mientras que las empresas importadoras estatales regentadas por militares gozan de manga ancha para multiplicar varias veces sus beneficios a costa del bolsillo del ciudadano.

Imposibilitado el mercado de expresarse mediante los precios, lo hace mediante los símbolos por antonomasia de la economía socialista cubana; la escasez y las colas, y si el Gobierno no da pasos serios para liberar la producción; y fortalecer la moneda nacional, el atávico trueque se sumará a esa lista.

Tiempos duros (más aún) se acercan para la sociedad cubana, que en vez de avanzar involuciona. Al final, ni el «ordenamiento» ni la Seguridad del Estado ni las canciones de Raúl Torres o Virulo; impedirán que los cubanos sigan anhelando el trueque definitivo: cambiar un Gobierno viejo e inservible por cualquier otro que no sea «continuidad».

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