Flora Francola: “Los golpes que me daba cuando estaba chiquita se replican ahora de grande”

La nostalgia por el país perdido es una voz que marca a buena parte de esta generación. Desde la diáspora que reflexiona sobre su condición de extraños en otra tierra (y a veces hasta en la propia), Flora Francola se suma al coro. Con su primer poemario, Simetría del Hematoma, la zuliana radicada en Argentina hace un repaso de todas las ciudades que vivió en presente y pasado.

UniVista TV WEB/Jordan F

El libro, publicado a finales de marzo de 2021, forma parte de la colección Primera Intemperie de la Fundación La Poeteca. Esta serie de la editorial busca dar espacio a autores jóvenes e inéditos, contando ya con seis publicaciones desde 2018. En simultáneo al poemario de Francola también se editó Rotos todos los cielos, de Euro Montero. Ambos están disponibles para su descarga gratuita en la página web de la fundación.

Flora Francola (Maracaibo, 1988) conversa con El Diario mientras realiza un viaje por carretera. Cuenta que Simetría del Hematoma nace precisamente del camino emprendido lejos de casa. Desde el año 2014 vive en Buenos Aires, donde cambió el aire cálido de las riberas del lago de Maracaibo por las australes aguas del río de la Plata.

“Creo que fue un punto de inflexión. Los primeros años que pasé fuera de Venezuela, de extrañar a mi madre, terminar una relación sentimental de más de 10 años y conocer una versión de mí que antes sentía que no tenía permitido explorar. Todo esto atravesado por la metáfora del mar como recuerdo en una ciudad que solo tiene río”, señala.

Mirando al mar


El agua es una figura recurrente en la poesía de Francola. Bien sea como lluvia, océanos azules o charcos en el pavimento, todas sus formas se manifiestan como algo que está siempre en constante estado de cambio y movimiento. Con ella misma lo define, algo que “transita” en su interior.

El contraste entre los cuerpos de agua más importantes que han marcado los lugares donde ha vivido también se refleja entre sus temas recurrentes. La autora se convierte en un faro que continuamente está apuntando desde el sur hacia el mar Caribe. “El mar es un recuerdo/ violencia en la memoria/ cuando regresa efervescente”, reza uno de sus poemas titulado Estragos.

“El río es calmado, grisáceo. En todo caso, mi primer puerto es del lago, que también es calmado. Pero el contacto con el Caribe es casi inmediato. La playa, la luz del trópico de la que habla (Armando) Reverón, los colores y el ruido. Todo en alto contraste y sin variaciones de estaciones, que es otra cosa que por primera vez me toca experimentar acá”, afirma Flora Francola.

Simetría del Hematoma cuenta con un epílogo escrito por el biólogo y poeta Carlos Quevedo Arteaga. En él, reseña el libro de Francola como una bitácora de sus primeros días de extranjeridad, en el encanto y desencanto por el nuevo hogar, el amor dejado atrás y la patria que parece solo habitar en el recuerdo. También define la percepción del mar de la poeta como una fuerza que intenta ordenar, pero la lleva siempre de una orilla a otra, cambiante. “Un naufragio en tierra firme”, lo describe.


Al ser una crónica de sus viajes y su adaptación a la capital argentina, la ciudad también toma un papel protagónico en sus versos. La lluvia que cae sobre la urbe y convierte sus pies en submarinos en la avenida, una mujer refugiada en la entrada del “subte” (Metro) y los embates de un otoño que no existe de este lado del hemisferio, son algunas de las imágenes que retrata Francola a través de las palabras.

Con todas estas referencias, el libro toma su nombre precisamente de su poema central, Simetría del Hematoma. Es el más extenso, y en él traza un paralelismo en el tiempo y el espacio, regresando a la niña que fue y creando resonancias con su forma presente. Como si cerrar los ojos bastara para volver a estar en su antigua habitación.

Habla de mi cama de niña, de la lluvia que cae en Maracaibo cuando llueve en Buenos Aires y algo me daba la impresión de que los golpes que me daba cuando estaba chiquita se replicaban ahora de grande. Como si tuviera la vulnerabilidad de la infancia, pero sola en una casa nueva. Aunque no tenga casa real”, explica.

Si hay una razón por la que la nostalgia pesa tanto a la distancia para la artista, es por los lazos que se dejan atrás. El amor maternal es quizás uno de los más presentes y melancólicos del libro. En su propio poema homónimo, lo demuestra: “Madre, destino improbable, planeta desahuciado./ El futuro puede ser la orilla que no se ve/ desde la metrópoli/ que no sabe de la sal del mar”.

Hija de la poesía


El primer acercamiento de Francola con la poesía ocurrió cuando era una niña, cerca de los siete años de edad. Recuerda que visitaba la capital con su mamá, cuando en una feria del Ateneo de Caracas le regalaron su primer libro de poesía. Estaba ilustrado, y sus rimas tenían temática de jardín. Era Palomar, de la escritora cubana Dora Alonso.

Desde entonces afirma que la poesía fluyó en ella de manera orgánica. “Me interesaba lo estético, lo inspirador. Quería estudiar Humanidades en el liceo y justo por esos años lo eliminaron de la mayoría de los programas escolares”, relata. Aún así, logró estudiar Artes en la Universidad Católica Cecilio Acosta (Unica).

Aunque ya esbozaba sus primeros versos desde antes, asegura que fue en la universidad donde cobraron forma y encontró su propia voz poética. Su facultad compartía núcleo con la de Educación, en cuya mención de Lengua y Literatura conoció a la profesora y poeta Ana María Barrios. En sus talleres de creación literaria aprendió a pulir su estilo y convertir en versos diáfanos sus ideas.

“Creo que muchos de los poetas jóvenes del Zulia tuvimos a Ana María como una especie de madre”, comenta.

Desde entonces, poco a poco, Francola ha ido construyendo su propia carrera. Participó en diferentes eventos poéticos en la Unica y en las ediciones 2011 y 2014 del Festival de Poesía de Maracaibo, además del Bienal de Poesía Experimental de Euskadi Maracaibo 2012. También trabaja como colaboradora en medios como Acracia pour les Porcs, Merece una reseña y la revista MUU.

También fue finalista en 2017 del II Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas y poemas suyos han sido publicados en portales como DigoPalabraTXT, Babélicas, Poesía desde Valencia, La rabia de Axolotl, Azul Violencia y Triadae.

Entre las principales referentes de su poesía están figuras como Jacqueline Goldberg, Hesnor Rivera, Nicanor Parra y Roberto Bolaño. También voces contemporáneas a la suya, como Oriette D’Angelo, Paz Busquets y Carla Santangelo Lázaro.

Conexión espiritual

Como licenciada en Artes, Flora Francola ha incursionado en distintas expresiones como la pintura, la fotografía y el collage, con este último construye parte de la narrativa de su libro, ilustrando su nostalgia con estampas de paisajes que dejó atrás. Imágenes que evocan al pasado. Y a la nostalgia.

Los cinco collages que integran Simetría del Hematoma fueron hechos en simultáneo con sus textos. De la plantilla de Word al Photoshop, “de la palabra al trazo, la rasgadura, o la superposición de vocales y texturas”, cuenta la artista que fueron sus jornadas creativas. Comenta además que su proceso fue un poco similar al de Stanley Donwood, ilustrador de la mayoría de los discos de la banda Radiohead. Para hacer su trabajo, cuenta que Donwood se internaba en el estudio junto al grupo para dibujar mientras ellos componían sus temas.

Para ella, sus collages son tanto un complemento como una reinterpretación de sus poemas, pues vienen del mismo lugar espiritual. Aunque reconoce que todavía le cuesta traducir al texto todas las imágenes que le gustaría expresar. “Lo que intento es llevar esa imagen de mi mente, fotografías o collages, a palabras que tengan un ritmo y sonoridad estética”, afirma.

Al igual que en la poesía, Francola tiene referentes que sirven de inspiración para su arte. Cita entre ellas a la libanesa Mona Hatoum, la francesa Sophie Calle o al director de cine ruso Andrei Tarkovski. También menciona a la japonesa Yoko Ono, de quien destaca no solo su arte, sino también sus poemas en forma de instrucciones.

Dentro de lo visual, la artista también ha tenido una destacada trayectoria. Sus obras se han expuesto en muestras como: Por el medio de la calle (2011), Arte Postal: el sobre como continente (2012), el Salón Nóveles de la Feria Internacional de Arte y Artesanía (FIAAM) en sus ediciones 2012 y 2013, así como el Salón de Jóvenes Artistas (2014). También participó en dos ocasiones, en 2012 y 2014, en el Salón de Artistas Emergentes del Centro de Bellas Artes de Maracaibo. Entre 2009 y 2013 expuso en el festival conocido como La velada de Santa Lucía, en el casco histórico de la capital zuliana.

Desde la diáspora


Flora Francola engrosa desde hace siete años la lista de artistas y escritores que intentan pensar a Venezuela desde afuera de sus fronteras. Se percibe a sí misma, y a todos sus coterráneos, como “hijos del petróleo”. Destinados a vagar buscando su identidad como voces de una generación que escapó de un país que resultó un espejismo. Al respecto, cita un verso de otro hijo del petróleo zuliano, Ricardo Montiel: “En las cruces y los clavos devueltos/ en la herencia confusa del subsuelo/ en las ruinas sobre ruinas en mi nombre”.

Afirma que la diáspora y el desarraigo son temas que han marcado fuertemente a su generación, pero tampoco representan todo el quehacer poético de los venezolanos. “Es una búsqueda para no caer en el lugar común. Mostrarnos sin victimizarnos, porque no somos la única comunidad desplazada y es un poco egoísta creer que somos los más desvalidos”, señala.

Para ella, existen muchos caminos para crear a partir de su condición, construir nuevas situaciones y explorar aristas diferentes de lo que significa ser migrante. “Me gusta la dualidad poética que existe entre el que se va y el que se queda”, agrega.

En ese aspecto, señala que su visión de la poesía como extranjera se parece a la de la poeta uruguaya Cristina Peri Rossi, quien desde 1971 vive exiliada en Barcelona, España. “Empieza por el tema migrante pero se va coloreando con lo sensual, la temática de género y la visión de las ciudades”, comenta.

Un aspecto importante de esa búsqueda de la voz propia está en la integración que los venezolanos han tenido con los movimientos artísticos de sus países huéspedes, en su caso Argentina. En ese país ha participado en eventos como el slam poético Intertextos, realizado en Buenos Aires en 2015. También como artista ha expuesto en muestras como las noches de la Gallery House (2016) y la Casa Museo (2019). Desde 2016 coordina un proyecto llamado Postales del Caribe.

Actualmente Francola trabaja en un fanzine donde aborda el tema de la gastronomía desde una perspectiva artística y también en una obra de arte postal inspirado en la cuarentena por covid-19. Además, señala que tiene pensado realizar una muestra de collage donde se mezclen fotos de paisajes tomadas con cámaras analógicas y elementos botánicos recogidos de la naturaleza. Ya en un plano más confidencial, adelanta que integra un proyecto fotográfico junto al venezolano Diego Hómez, del que todavía no puede dar detalles.

El camino de Flora Francola en la carretera continuó después de la entrevista. Un movimiento perpetuo en una tierra donde la vista nunca dejará de sentirse ajena al camino por recorrer. Quizás sea en esos momentos donde puede evocar uno de esos versos:

“No lloro por el faro distante/la nostalgia se cristalizó en sal/en las orilla que se perdieron después de la lluvia./ Esta noche habrá tormentas en cada ciudad donde viví”.

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