Miami, Florida – El martes, el luchador cubano Mijaín López culminó una hazaña sin precedentes en los Juegos Olímpicos, obteniendo su quinto oro en la misma disciplina individual. Sin embargo, detrás de la impresionante carrera de López, se oculta una realidad sombría: la represión implacable que el régimen cubano inflige a su pueblo.
López, el coloso de la lucha grecorromana, ha sido utilizado como una insignia del régimen, un símbolo de la supuesta gloria deportiva de Cuba. Sin embargo, su carrera también personifica los golpes brutales y las patadas que el gobierno cubano le da a su propia gente. Cada victoria de López en el ring es celebrada por el régimen como una muestra de su éxito, pero esos logros olímpicos palidecen ante la brutal represión que el gobierno ejerce sobre sus ciudadanos.
Durante su despedida en los Juegos de París, López se arrodilló para quitarse sus zapatillas y colocarlas en el centro de la colchoneta, un ritual de retirada de los luchadores. Este acto, aunque emotivo, contrasta amargamente con la realidad de muchos cubanos que, lejos de recibir aplausos y reconocimiento, enfrentan la censura, la detención arbitraria y la falta de oportunidades.
El presidente del Comité Olímpico, Thomas Bach, estuvo presente para reconocer al icónico luchador, mientras que en Cuba, los ciudadanos continúan sufriendo bajo un régimen que reprime cualquier forma de disidencia. El gobierno cubano, que celebra los logros de López, es el mismo que persigue a periodistas, activistas y cualquier voz que se atreva a cuestionar su autoridad.
Fidel Castro y sus secuaces de la dictadura fueron pioneros en la utilización de figuras influyentes, aunque en aquel entonces no se les conocía como «influencers». Entre estos ejemplos destaca Gabriel García Márquez, a quien Castro atrajo hacia Cuba, encandilándolo con el encanto de la mujer cubana y posteriormente convirtiéndolo en cómplice de su régimen. Del mismo modo, Oliver Stone, Maradona, Ted Turner y otros tantos fueron utilizados como piezas estratégicas para moldear la percepción global y embellecer la política exterior cubana.
En esta ocasión, el rol de figura emblemática le ha tocado a Mijaín López. Al igual que les sucedió a Teófilo Stevenson, Félix Savón y numerosos peloteros que brillaron bajo la égida de la Revolución, López ha sido convertido en un símbolo viviente del supuesto éxito del régimen. Sus victorias deportivas, aplaudidas y exaltadas por la maquinaria propagandística del gobierno, no pueden disimular las profundas cicatrices de una nación sometida. En unos años, López también será recordado como otro atleta cuya gloria fue utilizada como un espejismo para ocultar la cruda realidad de la represión y la falta de libertades en Cuba.
López ha sido imbatido desde Pekín 2008, acumulando títulos en Londres 2012, Río de Janeiro 2016 y Tokio 2020, hasta su reciente victoria en París. Este éxito, sin embargo, no refleja la realidad de muchos atletas cubanos que, al igual que el chileno Yasmani Acosta, abandonan la isla en busca de mejores oportunidades debido a la falta de apoyo y la represión estatal.
A diferencia de otros campeones olímpicos que han escapado del régimen, López permaneció en Cuba, defendiendo el legado deportivo de la Revolución. Esta lealtad ha sido utilizada por el gobierno como propaganda, mientras la situación económica de la isla se deteriora y muchos de sus ciudadanos enfrentan una crisis humanitaria.
Los éxitos de Mijaín López, aunque impresionantes, no pueden ocultar la dura realidad de un país donde los derechos humanos son sistemáticamente violados. La verdadera lucha en Cuba no se libra en un ring, sino en las calles, en los hogares y en los corazones de aquellos que anhelan libertad y justicia.
En conclusión, mientras Mijaín López se despide con honores, el pueblo cubano sigue luchando por sus derechos fundamentales, enfrentando los golpes de un régimen que utiliza sus logros para ocultar su propia brutalidad. Los verdaderos héroes son aquellos que, a pesar de la represión, siguen levantándose y luchando por un futuro mejor para todos los cubanos.